jueves, 27 de junio de 2013

El fuego: (II) Llegan los griegos


historia del fuego, incendios, extincion

  La primera referencia concreta de nuestra historia se debe a Herodoto, viajero y logógrafo griego, que en una bella narración describe el viaje y aventuras del griego de Samos, Kolaios, al lejano y misterioso Tartessos, tras un viaje accidentado. En un territorio que comprendía lo que es hoy Andalucía, el reino de Tartessos alcanzó renombre en el mundo antiguo por sus riquezas minerales de cobre, plata y oro. Entre los siglos VII - vi a. de C. se da la época de máximo esplendor y concretamente durante el reinado de Argantonio. Aunque desde tiempos de Salomón se conocían en Oriente las riquezas de Tartessos y los fenicios ejercían el comercio desde cinco siglos antes, fue Kolaios el héroe de una hazaña sorprendente al regresar a Samos con un tesoro de más de ciento cincuenta kilos de peso en oro que procedía de algún lugar del misterioso mar de Occidente. 
El afán de aventuras y el lucro del viaje, animó a diversos grupos griegos a la conquista de nuevos emporios comerciales y así comenzó un activo comercio entre la Península Ibérica y el mundo heleno.

   Del contacto con los griegos y su influencia por la intensificación del tráfico comercial, los pueblos iberos del S.E. del mediterráneo, asimilarán pronto la cultura helena. De aquel tiempo parte el esplendor de la escultura zoomorfa ibérica, representada con gran similitud a la escuela griega. Las estatuas oferentes del Cerro de los Santos en Yecla o piezas como la Dama de Elche, alcanzan tal grado de perfección artística, que jamás volvieron a lograr los iberos antes de languidecer entre las oleadas de conquistas que soportarían después.
    Entre los maravillosos conocimientos de los griegos, los pueblos del litoral mediterráneo se transmiten los mil fantásticos relatos de su rica mitología. Del fuego, considerado hasta entonces foco de impenetrable magia, era ahora calor sagrado y deificación por su comunicación directa con la divinidad. En Grecia, filósofos y místicos habían inflamado su alma poética en la llama sagrada del fuego vivo. El origen del mismo pueblo griego había surgido de la relación mítica con el fuego, a partir del momento en que Prometeo héroe y titán, se apiadó del destino humano y robó el fuego sagrado del Olimpo para entregarlo a los hombres y aminorar sus males, de entre los cuales el frío era el más cruel. Por este crimen fue castigado por Zeus, quien hizo encadenar al héroe a una solitaria roca del monte Cáucaso y un águila acudía a diario a roer sus entrañas, en una tortura sin fin.
   Pandora había sido la primera mujer de la Tierra. Después del ultraje infligido a los dioses, Zeus encargó a Hefestos crear una mujer de hermosa figura, que poseyese suficientes encantos para arrastrar a la desgracia al género humano, vengando así el robo del fuego sagrado. Tras moldear con arcilla una joven mujer, Hefestos le dio la belleza de las diosas y le concedió vida e inteligencia. Con el nombre de Pandora descendió a la tierra y tal como le había ordenado Hefestos, abrió la caja encomendada que contenía todos los males y la vertió sobre el mundo. Cuando la volví ¿) a cerrar, sólo quedaba en el fondo la esperanza".
   Hefestos, dios del fuego, había sido concebido por su madre sin el concurso de un principio masculino. Hesta era diosa del fuego en el hogar y Heracles dios muy venerado, era famoso por su fuerza y hazañas, entre las que se contaba la liberación de Prometeo encadenado.
   Sobre el fuego, había que recordar historias de otros tantos pueblos distantes en el mar. Pero todas eran simples fábulas, comparadas con la verdad helena.  

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