El satélite Deimos 1 es una plataforma espacial propia automática de pequeño tamaño y última tecnología que proporciona imágenes ópticas e infrarrojas adaptadas al estudio de la cubierta vegetal terrestre. El satélite está concebido para obtener imágenes de la Tierra de una resolución suficientemente buena para el estudio de la cubierta vegetal terrestre, pero con gran amplitud de campo visual para obtener dichas imágenes con alta resolución temporal y a costes reducidos.
El Deimos 1 lleva seis cámaras sensibles a diversas longitudes de onda y da la vuelta al planeta Tierra cada 110 minutos. En su recorrido realiza grabaciones con una resolución de hasta 20 metros de una franja de 700 kilómetros: estas imágenes permiten retratar un pequeño prado o un grupo de árboles. Después, tras aplicar algoritmos, los ingenieros traducen estos datos en parámetros sobre el estado de la vegetación. Con ello, pueden conocer cuál es la actividad fotosintética de la planta y, por tanto, su crecimiento, el grado de humedad o la cantidad de materia orgánica acumulada sobre el terreno.
Alfredo Romo, director de aplicaciones de Deimos Imaging, explicó que “el espacio está infrautilizado” y se pueden usar datos de satélite para “saber cuáles son las zonas en las que la vegetación está mejor o peor”. Por su parte, Miguel Belló, director general de la empresa e ingeniero aeronáutico con experiencia en la Agencia Espacial Europea añade que “el objetivo es grabar una gran cantidad de terreno con la mayor resolución para aplicaciones de agricultura, de medio ambiente, de cambio climático, incendios y desastres naturales“.
El Deimos 1 lleva casi un año en órbita y se controla desde una antena de seis metros de diámetro que se encuentra en el parque tecnológico de Boecillo (Valladolid). El Deimos 1, de unos 100 kilogramos de peso. Entre los clientes de Deimos Imaging se encuentran las administraciones públicas, instituciones o los propietarios de explotaciones agrarias de cualquier tamaño que quieran aprovechar las prestaciones que la observación del espacio presta para una agricultura de precisión, como ya ocurre en países como Francia.
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